Las puertas del Poblado Histórico de Carmen de Patagones, por Carlos Espinosa

Hay puertas que nos trasladan en el tiempo. Son los accesos a los túneles secretos de la historia. Uno puede trasponer aquella que tiene en la reja superior la fecha de 1881 y escuchar que el dueño de casa alecciona a su familia sobre las ventajas del Peso Moneda Nacional que el gobierno del presidente Julio Argentino Roca ha instituido en todo el país, con la finalidad de poner orden en el manejo de dinero a lo largo y lo ancho de la Nación ; pero si elige pasar por la puerta del año 1887 puede encontrarse con la buena noticia de la inauguración del Faro del Río Negro, el 25 de mayo de aquel año, allá en el acantilado del mar, para la atinada misión de evitar naufragios y orientar a los navegantes que se internan en las aguas patagónicas. En cambio la entrada de 1893 seguramente nos conducirá al patio de una casona donde se discuten acaloradamente las consecuencias de las dos intentonas revolucionarias del partido Radical, lideradas por Hipólito Yrigoyen, Arístobulo del Valle y Leandro Alem, entre los meses de julio y septiembre, con el frustrado propósito de derrocar al gobierno del roquista Partido Autonomista Nacional.
Hay puertas sin fecha. Nos invitan a momentos inesperados. ¿Están celebrando la llegada del Nuevo Siglo 20, hay un imponente derrame de fuegos de artificio sobre los cielos de Carmen de Patagones y Viedma? ¿Hay dolor por la pérdida de seres de estimada personalidad y valiosa figuración en la vida social de la población? ¿Cuál es la inquietante intimidad que preservan los gruesos tablones de aquel pórtico? ¿Habrá secretos inconfesables detrás de una de estas puertas?
La imaginación estimula al misterio. Las puertas guardan y callan. Como si fuesen testigos de identidad reservada: atesoran secretos. Habría que armar un recorrido, pasar de a una y con decoro por enfrente de las más antiguas y sugerentes puertas del casco viejo de Carmen de Patagones. Y escuchar las voces y los sonidos adheridos a las maderas. Componer un tour de nostalgias y preguntas. ¿Quién era la muchacha rubia de ojos color caramelo que perfumaba a lavanda este zaguán en las tardes de primavera? ¿Acaso se llamaba Rogelio el joven de peinado con raya al medio que enamoró en este portal a la maestra recién recibida en la Normal de Viedma? ¿Murió de un ataque al corazón el bueno de don Isaías aquella noche de agosto, cuando hubo que abrir las dos hojas de esta puerta para que pudiera pasar la camilla rumbo al hospital Ana Bernal?
Cuidemos nuestras viejas y marchitas puertas. Si todavía se abren a la vida feliz de sus habitantes mejor es preservarlas del maltrato y el abandono. Si fueron clausuradas por el olvido y las trombas del drama procuremos que no las ataque la piqueta destructiva disfrazada de progreso.

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